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Bajo Arboles Mojados

Cuentos

Blanco

Dicen que se enteró de la muerte de Federico cuando estaba exponiendo en París.

Había debido salir al exilio, pues su situación era peligrosa; rojo, artista y maricón.

Dicen que se encerró en su estudio y no dejó entrar a nadie en tres días. Que la asistenta se preocupaba porque no comía y que en ningún momento apagó la luz.

Sólo habló una vez en esos días con el servicio doméstico, y fue para pedir más pintura blanca.

Ahora se recuesta en un sillón de mimbre con una camiseta demasiado juvenil para sus 95 años. De muchos colores.

Dicen que la chica que esposó años después no descubrió ni su nombre real ni su homosexualidad. Que murió joven dejando solos un niño y un esposo que la quiso con locura.

Ahora pasa horas con la mirada perdida en el lienzo que salió de su habitación en su exilio personal. Una tela negra repintada de blanco a conciencia...

Fútbol

Íbamos a ver los partidos de los niños del pueblo. A domingos alternos, el equipo local se batía con otros grupos de escolares y nos gustaba ir al campo.

Eran bastante malos. Solían perder siempre e incluso una vez el marcador llegó a apuntar una derrota de 15-3 en nuestra contra.

Nosotros nos cargábamos de chucherías, dulces y gominolas e íbamos a ver a los niños correr tras la pelota. A veces, incluso, acababan llorando tras las siempre amargas derrotas.

La verdad es que nunca prestábamos atención al juego, sino que hablábamos de cine, pintura, música... El campo era sólo un lugar en el que las ideas salían con más facilidad. Quizá era la energía que los chavales liberaban, y que nosotros éramos capaces (no me pregunten cómo) de canalizar. La verdad es que de allí salieron más de una idea interesante para novelas o esculturas que más tarde se materializaron.

Fue más o menos por aquel entonces cuando decidimos hacernos bohemios...

Gay

Después de que, ya hace cinco años, la vecina del 1º D dejara a su marido y metiera en casa a su novia, mi bloque había estado bastante paradito en cuanto a normalización sexual se refiere...

Hasta la semana pasada.

Desde el lunes puedo alardear de contar con dos gays entre mis vecinos. Son una pareja joven, aunque ninguno de los dos llama la atención en cuanto a su atractivo. Las cotillas del 4º y el 6º están todo el día en el portal controlando sus idas y venidas, comentando los gritos que se escuchan a altas horas de la noche. Gritos de dos chicos, claro está.

Parece ser que la acogida ha sido aceptable. La última pareja que se instaló en el piso antes que ellos, los Rodríguez (2º B) ya han cenado con ellos y comentan que son encantadores.

Por lo pronto, y por si acaso, ya les han cortado el agua en dos ocasiones, y ayer a medio día, cogí a la viejecita del 3º A echándoles agua en el buzón de correos...

Creo que mejor me espero a salir del armario.

Pez

La vez que nací pez lo pasé realmente mal. Fui hijo de un parto en el que mis padres pasaron a ser familia numerosa. Tanto yo como mis 130 hermanos nos dedicamos desde nuestra más tierna infancia a no hacer nada más que nadar y poner esa cara de tontos que suelen tener los peces. No sé por qué extraña razón, cogíamos agua en nuestra boca y llenábamos los carrillos casi hasta hacerlos explotar... Alguno de mis hermanos (más de 20, creo recordar) acababan con las mandíbulas desencajadas.

Cuando no comíamos o hacíamos el pez, nos dedicábamos a huir de los peces más grandes y de las sepias... Qué pelmazas eran, las tías. Siempre tenían un brazo para cogerte.

Puedo considerarme agraciado al decir que morí (según creo, hay momentos que no me los recuerdo bien) casi de viejo, cuando ya contaba con unas 20 semanas de vida.

No fui tragado, ni me pescaron, ni nada por el estilo. Quise probar un poco de aquella agua de colores que estaba haciendo flipar a mis amigos. Morí de sobredosis de Mercurio.

Papiroflexia

Científicos americanos descubrieron hace unos meses que cualquier figura del antiguo arte del Origami se puede realizar mediante simples doblados y un solo corte de tijera.

Ahora comprendo.

Con tu tijeretazo sobre nuestro papel diste forma a dos niños llorando.

Laura (qué grande)

-¿Sabes que lo que te están haciendo en casa es mobing de ese?

Ahogada

El árbol que apareció en la playa traía entre sus ramas una sorpresa.

La ahogada había quedado atrapada con su pelo entre el laberinto de ramificaciones. Los peces le habían comido la punta de los pies y de los dedos, y una estrella de mar decidió quedarse a vivir en su frente.

A pesar de los nuevos inquilinos que ahora habitaban su cuerpo, cuando la encontré me enamoré perdidamente, y no paré de pensar la razón por la que una chiquilla así, de no más de dieciséis años, se había podido quitar la vida en el acantilado.

La escondí en una gruta que el mar había creado en la ladera de la montaña, de nuevo dentro del agua, en el lago que no se vaciaba ni con la bajamar. Al pie del árbol sin hojas, con el pelo enredado, que se mecía con las ondas del mar, con la estrella de mar que asemejaba un bonito tocado y los pececillos, que continuaban buscando algo de carne en los tiernos piececillos.

Aún hoy, después de que el terremoto sellara la entrada de la cueva, no me la puedo quitar de la cabeza.

Ahogado

El ahogado salió a dar una vuelta por el fondo marino. La piedra que llevaba atada a una pierna impedía que la marcha fuera rápida. Y además, de vez en cuando se enredaba con algún resto de los naufragios, por lo que hacía constantes altos y quitaba aquello que se había enganchado.

Así, poco a poco, alcanzó la playa, y ya fuera del agua, se tendió al sol para secarse un poco.

Unos chavales que le encontraron un poco después no pudieron evitar muecas de asco ante la pestilencia que desprendía.

Vosotros

Cuando la cocinera acabó de preparar el magnífico manjar y lo sirvió en bandejas de plata, los comensales, algo desaprensivos y borrachos, decidieron hacer una guerra de comida.

Entonces ella, sin casi inmutarse, admitió el verdadero origen de la carne, momento en el cual, los allí presentes callaron y emblanquecieron.

Los próximos, continuó ella, podríais ser vosotros...

Demonios

El hijo de Satanás, harto de pasar su adolescencia dentro del armario, decidió confesar a su padre su pecado: siempre había sufrido un calor insoportable en el infierno...

Tumba

Cavaron mi tumba en medio de la plaza mayor del pueblo. En plena noche, y sólo en presencia de tres personas; el párroco, el alcalde y el alguacil, que fue el que empuñó la pala.

A la mañana siguiente, nadie se percató de la tierra removida, y aunque los rumores sobre mi desaparición no se extinguieron hasta tiempo después, pronto no fui más que una leyenda.

El tiempo pasó y después de que una gruesa capa de asfalto cubriera mi lecho, una cuadrilla de obreros construyó sobre mí un bloque de edificios.

Aquellos que me condenaron se salían con la suya, ya que millones de personas anónimas me pisotearon y bailaron sobre mi tumba.

Pero ahora estoy dispuesto a volver...

El vals de los monstruos

Parecía un banquete real. Y presidiendo la comitiva, la señora Lo tomaba su ginebra barata en una taza de loza.

El resto de los comensales comían con prisa un puchero, directamente de la gran olla que ocupaba el centro de la mesa. Puchero que había sido preparado con un hueso gigantesco cien veces hervido.

En cierto momento, comenzaron los gritos a uno de los laterales de la mesa. Un señor mugriento había metido su mano en la falda roída de la señora de al lado, que sintiéndose acosada, había derramado el contenido caliente de su plato sobre la cabeza del primero.

Entonces comenzó a sonar la música, proveniente de la vieja gramola del fondo de la estancia. Un niño cojo hacía girar la manivela, y los que hasta el momento habían permanecido sentados al rededor de la mesa, se levantaron de inmediato, como hipnotizados, y se agarraron entre ellos, para formar parejas de lo más extravagantes y moverse al ritmo de vals...

Dibujante

Al subir al autobús, un señor mayor en el fondo pasó la hoja de su enorme libreta, y con un carboncillo en la mano, comenzó a trazar líneas frenéticas.

Levantaba la vista para observarle, aunque no se dio cuenta hasta pasados casi diez minutos, cuando ya le faltaba poco tiempo para llegar al instituto.

Cuando ya por fin iba a apearse, el señor se levantó rápido, mostrando una agilidad que había escondido en un cuerpo de viejo y le tendió el boceto.

Se trataba de un diseño casi exclusivamente negro, y al primer golpe de vista no fue capaz de adivinar ninguna forma conocida. Aunque con un par de segundos más de análisis comenzó a entrever unos ojos oscuros y tristes. Y un pelo que caía sobre su frente y sus orejas. Incluso se veía el fino cable que conectaba los auriculares con el reproductor de música que llevaba escondido en el bolsillo.

Levantó la cabeza del dibujo para agradecer el presente al señor desconocido, aunque éste ya no se encontraba en los alrededores.

Volvió a posar su vista y sus pensamientos en el papel y se preguntó, por fin, si valía la pena continuar mostrando su tristeza al mundo...

Viuda

A la salida de los primeros rumores, con el difunto aún caliente en el ataud, las autoridades de la comunidad se encerraron en una especie de cónclave y las primeras declaraciones fueron negaciones rotundas de los hechos.

Por otro lado la prensa del corazón, tan expandida en el país de residencia de la "viuda", cercó su residencia y la de sus más allegados. No era mucho lo que se sabía, y nadie era capaz de entender dónde se habían producido las flitraciones de información, por ello, en los primeros días, todo fue un continuo aparecer ante las pantallas de desconocidos que querían aprovecharse de la ocasión. Cómo no, los habituales de la prensa rosa pronto comenzaron a admitir relaciones con la "conspiración", pues no querían quedarse fuera del terreno de juego.

A su vez, la principal afectada se encerró a cal y canto en su estancia y al tiempo, con los focos de las cámaras de televisión y fotografía aún apuntando a su alrededor, consiguió escaparse, y desapareció de la faz de la tierra.

Una de sus hijas, en unas declaraciones que realizó a la prensa no hace demasiado, admitió que al hacerse público el testamento del anciano, su madre creía entrever su persona en varios párrafos del texto, y se abrazaba a una copia impresa del mismo mientras deliraba y creía verle en cada rincón de su habitación.

Despertares

Me desperté por los ruidos que comencé a escuchar. Extrañado, alargué la mano para encender la lámpara que hay en mi mesita. Pero la lámpara ya no estaba allí. Ni la mesita.

Con el miedo comenzando a crecer en mi cabeza, abrí los ojos para descubrirme en medio de un bar. La cama ocupaba el espacio que debería corresponder al de dos mesas. Un poco más allá, una pareja de ancianos tomaban con tranquilidad su café y sus tostadas de pan con mantequilla. Y en la barra, no demasiado lejos de mi cabezal, una cuadrilla de obreros discutían y leían la prensa deportiva.

Lo más extraño era que para ellos, yo no me encontraba fuera de lugar. De hecho, una joven que entró con un carrito me pidió disculpas por los llantos de su hijo...

Murió solo

Para combatir mi último fracaso amoroso, he decidido refugiarme en la cotidianidad de la rutina. Así es que he abierto la agenda del ordenador y la he llenado de notas y obligaciones, intentando así no dejar espacio ni para la desesperación, ni para el llanto ni para el amor.

Así pues, y como había muchos huecos en mi programación, he decidido apuntarme a un curso de Tai-Chi para el 2007. Más adelante, sobre el 2020, como ya no estaré en muy buenas condiciones físicas, he decidido hacer un curso de animación deportiva para adultos.

Sobre el 2050, ya algo viejo y con dinero (espero), he metido muchos viajes.

Y por fin, en el 2060, no demasiado mayor (nunca he querido chochear), con calma y en soledad, moriré en mi habitación, en un ático perdido en alguna ciudad del norte europeo.

He escrito ya mi propia necrológica:

"Murió solo. Amó con fuerza. Y perdió".

La ciudad en el cielo

Los hombres tardaron mucho en encontrarlo. Un espacio grande de terreno virgen, aunque fuera un desierto, que se asentara sobre un gran lago subterráneo seco.

Pero al final lo encontraron y construyeron la ciudad.

Invirtieron grandes cantidades de materiales y dinero. Por encima, la llenaron de palacios, casas lujosas, colegios, universidades y hospitales, laboratorios, torres... Todo lo que les pudiera hacer falta.

Y luego comenzó el éxodo. Tan solo un grupo de gente selecta fue invitada a vivir en aquella ciudad.

Mientras tanto, bajo la superficie, los trabajos continuaban los trabajos, a escondidas de los ojos de los más curiosos. Constantemente se veían entrar camiones llenos de componentes electrónicos. Pero una vez entraban por las bocas de los túneles... Nada.

Y por fin, una mañana, se desencadenó todo. Ante las miradas expectantes de la gente que se había reunido en las inmediaciones debido a los últimos rumores, la ciudad comenzó su lento ascenso. Paulatinamente, la roca se resquebrajó en la superficie hasta que aquella inmensa mole, de roca, metal y componentes electrónicos, quedó suspendida a kilómetros de altura.

Los más ancianos cuentan que en aquellos momentos, algunos de los más escépticos de la ciudad se precipitaron al vacío, pensando que la empresa no llegaría a un buen fin.

Pero no. Una vez se quedó suspendida en las alturas, quieta, de unos tubos de la parte inferior comenzó a surgir unas nubes de gas, que cubrieron por completo la isla flotante.

Desde entonces, no se ha sabido nada más del os habitantes de aquel ingenio. Quizá decidieran esperar al final de la tercera guerra para volver a descender. Es posible que continuaran subiendo hasta alcanzar la órbita de algún planeta exterior.

Yo, sin embargo, creo que murieron todos de pena y soledad, y que la isla aún flota allá arriba, escondida en su mar particular de nubes, esperando ser redescubierta...

Gran dictador

Recién venido al mundo, mi madre me tomó entre sus brazos y, con una sonrisa dibujada en el rostro, declaró:

—Ha nacido otro gran dictador...

Luna2

Nadie en toda la comunidad científica pudo suponer aquel efecto secundario cuando lanzaron el segundo satélite artificial.

Sólo algún curioso de poca monda había advertido de las extrañas radiaciones que emitía.

Cuando amanecí aquella mañana de domingo, resacoso y con dolor de cabeza, no pude contener el grito que llegó a mi garganta al ver la maraña que crecía en el patio de luces... Los geranios de la viejecita del segundo habían florecido sobre mi cabeza, más allá del sexto, y las gruesas ramas de la enredadera del solterón del 4º (cuya sexualidad era la comidilla del resto de las vecinas) tenían un grosor aproximado de medio metro de diámetro...

El panorama que contemplé desde el balcón no era menos desolador... Al parecer, la exposición a las extrañas radiaciones emitidas por Luna2 habían producido un sobrecrecimiento del reino vegetal, que ahora, se vengaba de la colonización de los animales...

Leones marinos

Le vi salir del agua. Desnudo. Las gotas de su cabello húmedo derramándose sobre la arena. La luna golpeándole en los ojos.

Solo.

Llorando.

Yo había ido a la playa acompañado por una botella de ron. Necesitaba olvidar mi último fracaso. Amoroso, familiar, en el trabajo... Por aquellos días mi vida era un fracaso.

Al principio no supe si era parte de mis delirios etílicos. Sin embargo, no creo que algo formado por mi imaginación fuera capaz de besarme como él lo hizo.

O de hacerme el amor con esa suavidad, casi pereza. Los gemidos parecían salidos de las gargantas de un león marino. Su tacto, algas sutiles abrazando mis piernas...

...su adiós, millones de medusas envenenando mi corazón...