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Bajo Arboles Mojados

Extraña afición

Tenía la extraña afición de fotografiar a todos los amantes que pasaban por su cama.

Tomaba la cámara digital y se lo proponía a ellos. Algunos aceptaban gustosamente y posaban en posturas de lo más obscenas. Otros preferían cubrir delicadamente parte de su cuerpo con las sábanas e insinuar más de lo que mostraban. Un tercer grupo se negaba rotundamente, aunque caían víctimas del objetivo cuando, tras el sexo ardiente y descontrolado, quedaban dormidos.

A la mañana siguiente, cuando el visitante ya se había ido (casi siempre algo avergonzado por el descaro mostrado la noche anterior), él analizaba las fotografías tomadas. Las miraba incluso con lupas, buscando rasgos concretos. Tomaba un fragmento de la espalda, una peca, un dedo o los nudillos de algún otro.

Luego imprimía los trozos que habían resultado válidos y acudía a la habitación del fondo, la que permanecía cerrada la mayor parte del tiempo. Allí, con una barra de pegamento, reconstruía concienzudamente el cuerpo de aquel que, una noche, en sueños, le mostró el significado del amor...

6 comentarios

Gea -

Me olvidé de poner el nombre, el comentario de arriba es mio.

Anónimo -

Tiene que haber de todo, gente capaz de escribir una historia así de original y de bonita y otra que no da para más que para escribir barbaridades de apenas una línea.

Elizabeth -

Una historia muy bonita. Da la sexualidad del autor, lo importante es el significado de sus palabras :-)

Marcos -

La cámara es capaz de atrapar esas imagenes y muchas más, entre los cuerpos y la natura. Gracias

arturo -

Con lo bonito que es el post, y lo desagradable del comentario.
El autor no lo sé, a mi me gustan los hombres, sí. ¿qué pasa?

El Pichurron -

¿Eres un mariconazo?