Cuento para antes de ir a dormir
Anoche me quedé hasta tarde estudiando arriba, en el escritorio que me he puesto en la buhardilla de casa de mi abuela, donde estamos pasando una temporada.
Como ya he dicho alguna vez antes, justo delante del escritorio, hay una ventana, y como la buhardilla está en la última planta de la casa, veo los tejados de las casas de enfrente.
Anoche, mientras intentaba memorizar alguna familia de coleópteros o tisanópteros, me pareció escuchar un sonido extraño, que me llegaba, incluso, a través de la música que escuchaba en los auriculares del disk-man. Lo apagué y escuché atentamente.
Era una melodía de violín, suave, que llegaba hasta mí acunada por el viento. Agudicé el oído y la vista, y por fin conseguí verla.
Allá lejos, en el tejado de una casa que hay dos o tres calles más arriba de la mía, había, sentada apaciblemente, una señora tocando el violín, vestida de negro, con un gran tul alrededor de su cuello, que bailaba al son de la música y del viento y la protegía del frío que hacía.
Quedé fascinado, porqué negarlo.
Pasado un rato, cuando la magia de la imagen comenzó a ceder, decidí continuar repasando un poco más, relajado con su melodía. Antes, la saludé con mis guantes de dedos cortados a rayas, y ella, a su vez, levantó la mano, y me devolvió el saludo con una mano resguardada del viento también con unos guantes como los míos, aunque negros.
Me cundió mucho en aquél último rato de estudio.
A media noche, me desperté sobre el escritorio, con un fuerte dolor de cuello. Pero ella ya no estaba allí. En su lugar, centenares de gatos deambulaban por los tejados vecinos deseándome las buenas noches...
Como ya he dicho alguna vez antes, justo delante del escritorio, hay una ventana, y como la buhardilla está en la última planta de la casa, veo los tejados de las casas de enfrente.
Anoche, mientras intentaba memorizar alguna familia de coleópteros o tisanópteros, me pareció escuchar un sonido extraño, que me llegaba, incluso, a través de la música que escuchaba en los auriculares del disk-man. Lo apagué y escuché atentamente.
Era una melodía de violín, suave, que llegaba hasta mí acunada por el viento. Agudicé el oído y la vista, y por fin conseguí verla.
Allá lejos, en el tejado de una casa que hay dos o tres calles más arriba de la mía, había, sentada apaciblemente, una señora tocando el violín, vestida de negro, con un gran tul alrededor de su cuello, que bailaba al son de la música y del viento y la protegía del frío que hacía.
Quedé fascinado, porqué negarlo.
Pasado un rato, cuando la magia de la imagen comenzó a ceder, decidí continuar repasando un poco más, relajado con su melodía. Antes, la saludé con mis guantes de dedos cortados a rayas, y ella, a su vez, levantó la mano, y me devolvió el saludo con una mano resguardada del viento también con unos guantes como los míos, aunque negros.
Me cundió mucho en aquél último rato de estudio.
A media noche, me desperté sobre el escritorio, con un fuerte dolor de cuello. Pero ella ya no estaba allí. En su lugar, centenares de gatos deambulaban por los tejados vecinos deseándome las buenas noches...
7 comentarios
Gea -
GeBeSa -
Juank -
kaveri -
oroD -
Jane eyre: alguna noche de estas, juntos, veremos la violinista sobre el tejado.
jane eyre -
beca -