Desde mi punto de observación de la humanidad me dispongo a comenzar el fin de semana trabajando. Es triste ver cómo la gente compra la bebida para emborracharse al salir de la tienda y uno saber que aún le queda una hora de trabajo.
Adivino los planes de la gente por su compra. Una pareja que lleva pan de hamburguesas, hamburguesas, patatas fritas, dulces (y los preservativos que se olvidan, claro, después la joven se queda embarazada.
Una señora rara que entra dos veces en la tienda y sale a los 40 segundos con las manos vacías. "Adiós", le digo... "¡No llevo nada!" responde ella medio ofendida.
Un señor sin manos, que en el brazo derecho lleva una prótesis, como dos garfios con los que consigue hacer pinzas y coger objetos. En el muñón del otro brazo se coloca una bolsa abierta, y si no puede con algo, pide ayuda. Hoy, le he tocado el muñón sin querer. Ha sido extraño tocar algo que es pero que en realidad revela una ausencia.
Los muñones se merecen un post. Quizá otro día que no esté tan ido...
Que me despertaba sobre un colchón tirado en el suelo, arrinconado en un ángulo de tu habitación grande, y tú pintando con los dedos negros las sombras a mi cuerpo desnudo, y tú vestido con tu camiseta sucia de barnices y unos calzoncillos y tus piernas sucias de pinturas.
Que venías caminando descalzo desde el otro lado de la habitación y del mundo, y me besabas [despacio] en la frente.
El tedio del infinito sin ti que me abruma y me esconde de las miradas de los más inútiles.
Y ahora no me queda más que el sabor del café con sal que tomo cada mañana para olvidar la dulzura de esos tus labios que entre sueños no paran de besarme.
Malditos sueños. Siempre me acaban jodiendo el día...
Vuelvo a abrirme en canal y no veo más que tus mentiras ensuciando mi sangre.
Hace ya tiempo que Dios me condenó, no esperaba una salvación fortuita pero a veces me canso de tanta tortura; a veces, me lleno de desesperanza y las ganas de acabar con todo vuelven insistentes a mi cabeza, a mis manos.
Tengo el poder para acabar. Y sin embargo, son algunos pequeños gestos los que aún me encadenan a este paisaje lunar.
Así, sin llorar continuaré vagando por este mundo lleno de almas en pena repleto de fantasmas que me atraviesan y no me ven. Con la esperanza de volver a encontrarte.
Háblame niño de tus robos inocentes, de los asaltos que cometías cuando entrabas de improvisto en las tiendas y corazones y desvalijabas cajas y gente cuerda.
Háblame de tus ensoñaciones, de cuando salías del agua medio desnudo y mirabas, mordiéndote un labio, a los que observaban ansiosos devorándote con esos ojos con esos rostros viejos y feos. Cuéntame cómo los provocabas cómo provocabas sus derrumbamientos y hacías que olvidaran sus promesas identidades, éticas (impuestas)...
Háblame, niño de esos otros niños con los que jugabas. Dime qué fue del último, cómo causaste su caída y poco a poco lo volviste loco. Cuéntame los velos negros que le colocaste, las manos gruesas que ahora tapan su mirada.
Esta mañana vino la vida a levantarme con gritos y exhortaciones diciendo que no era pecado haberte querido contando que no era culpable de continuar amándote.
Me dijo con sinónimos sordomudos entrec trec trecortados que abriera ventanas y apartara los lazos negros de los ojos, que no es luto lo que tengo que debiera vestirme de blanco por tu recuerdo.
La vida, al despertarme, apartó sueños de obispos que condenaban a monotonías forzadas. Insistía en que llenara los huecos que habías dejado en mi cuerpo con otros sudores trasnochados y que dejara fluir las palabras que había encadenado a las rocas de tus fotos.
Me llevó de la mano a ver hombres disfrazados de marinero viejo que continuaban saliendo a pescar cada noche. Me dijo, como ellos ahógate en el mar de los Sargazos de los brazos de los desconocidos. Y amanece con el salitre de sus besos cubriendo cada centímetro de la piel y no te creas las leguas de mares y vidas que te separaron de tus ángeles...
Pedías que dejara de amarte como aquel que pide a una persona querida que dejara de fumar.
Como si tu amor contaminara mis pulmones, mi cerebro, mi sangre. Como si llenara de brea y anegara en forma de marea negra los rincones más oscuros de mi corazón.
Lo peor, lo que más temo es llegar a conseguirlo un día. Ganar los cinco kilos de rigor con tu olvido, curarme en salud de tus sonrisas y pasarme el resto de la vida esperando acercarte a mis labios tras la comida o después de hacer el amor...
Suave como cuando tomo entre el índice y el pulgar los bordes de la sabana para comprobar su textura
suave como el calor de la mañana en tus besos, como mi pelo recién lavado entre tus manos
suave.
He visto a hombres vestidos de pájaro que intentaban robarme tus recuerdos. Hombres altos y delgados que me ofrecían eternidades por una, tan solo, de tus caricias.
Suave espero tu muerte en mi cabeza, la cicatriz ya cerró, pero aún queda.
Ayer, mientras leía, lo comprendí. Que este amor no tiene cabida en este mundo.
Tan sólo en unos lugares muy concretos, lugares que no existen, entiéndase,
como los claros en los bosques donde la luna es a penas una sombra que se deslice por tus hombros desnudos
como los atrios de los templetes con columnas romanas medio derruidas, que son testigos de besos escondidos aunque no sean verdaderos (ni los templetes ni los besos)
como el espacio que queda entre las mareas; ese espacio donde quedan marcadas las pisadas de los que pasean y al día siguiente las olas las han hecho desaparecer (como harían desaparecer el rastro de nuestra pasión)
como en medio de un sueño...
Sólo en esos lugares, que al fin y al cabo no existen
sólo en estos lugares te podré amar sin ligaduras de la gravedad, la realidad o del tiempo, que a cada momento me quita segundos de tu ausencia...
alguien sopló una vez en mi cuello en la cama y no me dejaba dormir
cansado, decidí darme la vuelta y abrazar otras madrugadas, pero no encontré más que manchas de sangre y musgo que recorrían mis venas.
salí sólo por un instante a la calle para comprobar que también me había cansado de ser la rubia del traje rojo el loco, el asesino, el causante de todos los problemas, el único que tenía valor de decirlos y el poeta enamorado.
Ahora soy yo el que parte. Solo. Quédate. No llores, sabes que al final, más pronto o más tarde, siempre vuelvo para desmontar albas para que me lleves en tu Vespa justo donde termina el horizonte
Por fin llegas. Sereno, me das un beso con sabor a café de desayuno. Me incorporo, a penas lo suficiente para tomar el lápiz que me ofreces y dibujar siluetas en las alas de los pájaros.
Otra vez TODA esta estúpida sensación para al final comprobar que estoy solo en mi pequeño planeta y que me cansé de esperar una bandada de golondrinas que me llevara a tu lado.