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Bajo Arboles Mojados

Una de romanos

Una de romanos Tras la acalorada discusión, el orador descendió del púlpito y se acercó a susdiscípulos, para comprobar que ninguno de ellos le dirigía palabra alguna.

Regresó tranquilo a casa, saludando sonriente a sus conciudadanos cuando se cruzaba con alguno por la vía, aunque estos preferían girar la cabeza e ignorarle.
La noticia había corrido rápido.

Ya en el interior de su cámara, tomó un vaso de vino aguado, añadió una cucharada de cicuta y contrarestó el sabor amargo con un poco de miel.

Al día siguiente, la República respiró tranquila al conocer la noticia de la muerte de uno de sus detractores y adorador de la libertad...

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