Esa extraña sensación
Imaginen. 4 de la tarde (aunque por la luz parece que sean las 6 o las 7 de la tarde en España). Usted se encuentra sentado en medio de un parque, con sus cuatro mangas de abrigo, su bufanda de lana alrededor del cuello y sus guantes de dedos cortados enfundados.
A su alrededor, todo està lleno de àrboles de hoja caduca, en este momento color naranja-marròn claro (posiblemente, estas hojas no caigan hasta la primavera, cuando comiencen a salir las yemas verdes de las pròximas).
El sol, ya muy inclinado, tiene que atravesar cientos de estas momias de hojas antes de llegar a su rostro. Los rayos parece que se cansen de realizar este camino, por lo que deciden, en vez de golpearle en la cara, acariciarle suavemente, inentando, asì con el roce, causar el mismo calor.
En sus manos, un libro cualquiera que le atrapa entre sus pàginas. Quizà sea una novela. Puede que se trate de un tratado de cualquier de arte de cualquier pintor moderno.
Pero de momento, ajeno hasta ahora a todo el espectàculo que se està formando a su alrededor, un ligero murmullo le obliga a levantar la vista de las letras impresas.
Aquello que ve le sobrecoge. El aire no le alcanza a la garganta, como si hubiera decidido quedarse en el quicio de su boca, para observar con usted la magnificecncia que se ha conjurado en torno su figura.
...
Quizà una ardilla, descendiendo del tronco de uno de los àrboles con una bellora entre los dientes rompa el hechizo al que estaba sometido. A pesar de ello, no se siente molesto con este diminuto animal.
Y entonces, cuando decido de nuevo fijar la vista en las pàginas del libro, una gota de agua-sal, que usted no recuerda haber producido, desciende, se precipita contra las letras impresasm estallando en una amalgama de decenas de colores càlidos y rompiendo asì la imagen que usted habìa intentado grabas en ella...
A su alrededor, todo està lleno de àrboles de hoja caduca, en este momento color naranja-marròn claro (posiblemente, estas hojas no caigan hasta la primavera, cuando comiencen a salir las yemas verdes de las pròximas).
El sol, ya muy inclinado, tiene que atravesar cientos de estas momias de hojas antes de llegar a su rostro. Los rayos parece que se cansen de realizar este camino, por lo que deciden, en vez de golpearle en la cara, acariciarle suavemente, inentando, asì con el roce, causar el mismo calor.
En sus manos, un libro cualquiera que le atrapa entre sus pàginas. Quizà sea una novela. Puede que se trate de un tratado de cualquier de arte de cualquier pintor moderno.
Pero de momento, ajeno hasta ahora a todo el espectàculo que se està formando a su alrededor, un ligero murmullo le obliga a levantar la vista de las letras impresas.
Aquello que ve le sobrecoge. El aire no le alcanza a la garganta, como si hubiera decidido quedarse en el quicio de su boca, para observar con usted la magnificecncia que se ha conjurado en torno su figura.
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Quizà una ardilla, descendiendo del tronco de uno de los àrboles con una bellora entre los dientes rompa el hechizo al que estaba sometido. A pesar de ello, no se siente molesto con este diminuto animal.
Y entonces, cuando decido de nuevo fijar la vista en las pàginas del libro, una gota de agua-sal, que usted no recuerda haber producido, desciende, se precipita contra las letras impresasm estallando en una amalgama de decenas de colores càlidos y rompiendo asì la imagen que usted habìa intentado grabas en ella...
2 comentarios
Saf -
Saf
Yarince -