Aquella tarde
Aquella tarde fue al parque, como solía hacer cada tarde, a la salida del trabajo. Se acercaba ya la primavera, y el sol aún le regalaba unas cuantas horas de luz y calor, por lo que se quitó la chaqueta y se sentó en el banco del rincón a leer.
Aquella tarde, como cada tarde, abrió el grueso libro que estaba leyendo, más para disimular que para leer. Y con el libro entre las manos, comenzó a observarla de nuevo.
Aquella tarde, como ocurría normalmente, ella hacía punto en un banco alejado que se encontraba lejos de dónde se hallaba el señor que simulaba leer. Hacía punto y vigilaba a su hijo, que jugaba apaciblemente con sus amigos, disfrutando del calor de la primavera que se acercaba, pero además, fijaba su atención en el misterioso señor, que cada tarde acudía a su cita nunca pactada, aunque respetada por ambos.
Pero aquella tarde, sorprendentemente, el señor se levantó del banco, dejó su libro, y para el asombro de todos, echó a volar...
Aquella tarde, como cada tarde, abrió el grueso libro que estaba leyendo, más para disimular que para leer. Y con el libro entre las manos, comenzó a observarla de nuevo.
Aquella tarde, como ocurría normalmente, ella hacía punto en un banco alejado que se encontraba lejos de dónde se hallaba el señor que simulaba leer. Hacía punto y vigilaba a su hijo, que jugaba apaciblemente con sus amigos, disfrutando del calor de la primavera que se acercaba, pero además, fijaba su atención en el misterioso señor, que cada tarde acudía a su cita nunca pactada, aunque respetada por ambos.
Pero aquella tarde, sorprendentemente, el señor se levantó del banco, dejó su libro, y para el asombro de todos, echó a volar...
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