Chico con boina a rayas
Hace un par de días, mientras caminaba por las callejas de alguna de mis ciudades inventadas, tropecé con un chico que llevaba una boina a rayas. En realidad, no sé hasta qué punto formaba él también parte de mi imaginación.
Dado que yo iba cargado de ideas y él de melodías, con el tropiezo se cayeron al suelo, y con las prisas y el nerviosismo, por la situación incómoda, entiéndase, confundimos parte del material.
Así, cuando llegué a casa, me encontré con tonadillas y notas, que aún entendiéndolas (tras mis 8 años de estudio en el prestigioso conservatorio de Montreal), no me pertenecían. Además, también eché en falta varios finales para alguno de mis cuentos.
No pude hacer más que ponerme en contacto con él de la manera más normal. Subí a la última planta de mi casa y comencé a quemar sueños con la esperanza de que viera mi mensaje.
Efectivamente. A los pocos días nos volvimos a encontrar en la misma esquina en la que tropezamos.
Él iba cargado con un portafolios lleno de mis textos. Y yo llevaba una pequeña grabadora con sus canciones. Decidimos sentarnos a charlar un rato.
Yo pedí un té con pastas y el chico de la boina unas pastas con té. Y entre risas, confidencias, artículos, adjetivos, verbos, preposiciones y proposiciones, acabó siendo hora de irnos a nuestras respectivas casas.
Ahora espero volver una boina cruzar la esquina para salir corrinedo y tropezar accidentalemnte...
Dado que yo iba cargado de ideas y él de melodías, con el tropiezo se cayeron al suelo, y con las prisas y el nerviosismo, por la situación incómoda, entiéndase, confundimos parte del material.
Así, cuando llegué a casa, me encontré con tonadillas y notas, que aún entendiéndolas (tras mis 8 años de estudio en el prestigioso conservatorio de Montreal), no me pertenecían. Además, también eché en falta varios finales para alguno de mis cuentos.
No pude hacer más que ponerme en contacto con él de la manera más normal. Subí a la última planta de mi casa y comencé a quemar sueños con la esperanza de que viera mi mensaje.
Efectivamente. A los pocos días nos volvimos a encontrar en la misma esquina en la que tropezamos.
Él iba cargado con un portafolios lleno de mis textos. Y yo llevaba una pequeña grabadora con sus canciones. Decidimos sentarnos a charlar un rato.
Yo pedí un té con pastas y el chico de la boina unas pastas con té. Y entre risas, confidencias, artículos, adjetivos, verbos, preposiciones y proposiciones, acabó siendo hora de irnos a nuestras respectivas casas.
Ahora espero volver una boina cruzar la esquina para salir corrinedo y tropezar accidentalemnte...
3 comentarios
kaveri -
* -
GeBeSa -
Por cierto ya me enseñarás algún día tu título del conservatorio de Montreal jejeje...
Besos