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Bajo Arboles Mojados

39'50 ºC

39,50 ºC. Imagino que en algún momento de la noche del lunes al martes aún me subiría algo más la fiebre...

Es divertido soñar con fiebre. Es decir, la mayor parte de las veces tienes pesadillas extrañas, pero son tan, tan reales, que cuando las analizas después no puedes más que reírte. La última vez que tuve fiebre coincidió con la preparación de mi insectario para una de las asignaturas de la carrera. Y me pasé toda la noche acurrucado en un rincón de la cama, sin a penas moverme, porque pensaba que estaba en medio de una tabla gigantesca de corcho llena de escarabajos y mariposas, y temía que al moverme pudiera estropear alguno de los bichos que estaban secándose para una gigantesca colección.

Esta vez mis sueños (o mis pesadillas) han tenido algo más de contenido analizable. El lunes por la noche soñé que estaba aprendiendo alemán, y que mis profesores no paraban de decirme que esta lengua era muy especial porque era capaz de transmitir sentimientos directamente, pudiendo llegar a manipular a la gente. Era extraño. Dormí con la luz encendida, y si tenía los ojos abiertos veía mi cama, mis sábanas, mi manta (sí, es verano pero yo tiritaba de frío),... Pero al cerrar los ojos, todo cambiaba, la percepción de todo mi alrededor cambiaba y ya no estaba en la cama sino rodeado de una amiga mía que es alemana y de una conocida que también lo es. Ellas hablándome alemán y yo las entendía, pero no era capaz ni de transmitir sentimientos ni de resistirme a sus manipulaciones.

Esta noche la cosa ha sido más tranquila. En algún momento de la noche he soñado que la banda de mi pueblo, conmigo incluido, hacíamos un concierto en la universidad, en una de las clases grandes. El director se colocaba en la tarima desde donde imparten las clases los profesores, y los músicos nos sentábamos en las primeras filas de mesas. El público, que eran mis propios compañeros de clase, justo detrás, en las últimas filas de asientos. Pero yo no. Debido a no sé cuál extraña razón, yo me recostaba en una cama y tocaba el saxo. Y la verdad es que lo hacía bastante mal (sobre todo si tengo en cuenta de que yo toco el oboe y de que la única vez que había tocado el saxo era en otro sueño que tuve hace ya tiempo). La imagen de yo en la cama con el saxo puede hacer las delicias de cualquier interpretador de sueños bastante freudiano... Yo, la verdad, aún no lo he llegado a interpretar.

Ahora ya parece que estoy algo mejor. La fiebre aún no me abandona, aunque ya ha bajado algo. Aún tengo la garganta fastidiada. Y parece que se haya colocado un gran nubarrón negro entre mi hueso frontal de la cabeza y mi cerebro, que me impide pensar con claridad y hace que entorne ligeramente los ojos. Esperemos que mañana ya esté bien del todo...

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