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Bajo Arboles Mojados

Chimeneas

Se acercó a la chimenea y la examinó. Era igual que cualquiera de las anteriores. Entonces, sin saber cómo, se metió por ella.

Comenzó a descender y a descender y cada vez el ambiente estaba más caliente. Habría jurado desde fuera que la chimenea estaba apagada. De todas maneras, las capas de grasa de su trasero impedirían que notara el calor.

Pero continuaba bajando. Demasiado. Se sentía intrigado por conocer el propietario de aquella chimenea.

Cuando por fin llegó al fondo, no se sorprendió nada al reconocer, dormido en un sofá junto a la lumbre, al mismísimo hijo de Satanás.

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