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Bajo Arboles Mojados

Cuentos de navidad

Aún se pregunta de dónde saqué las fuerzas para llamarle en mitad de la noche. Puede que aún no me hubiera derrumbado del todo, o quizá fue pura supervivencia.

Cuando llegó, me encontró babeando. Me había meado encima y lloraba como un bebé. Y a pesar de que hacía casi un año que no estábamos en contacto, me desnudó, me metió en la ducha y luego me llevó a su casa, donde pasaría los siguientes meses. 

Fue como enseñar a un recién nacido a vivir. Al principio me olvidaba hasta de respirar, y cuando comenzaba a amoratarme me cogía entre sus brazos, y yo torpe resbalaba, y él me oprimía los pulmones, y metía aire soplando. Luego comenzó con las lecciones de gateo, para pasar luego a caminar, hablar correctamente, escribir, y temer a la oscuridad.

Y todo esto sin que en ningún momento fuera consciente de que había sido el otro quien había roto todos los esquemas de mi cabeza para dejarme así…

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¿Qué es la Navidad hoy en día?

¿Qué es la Navidad hoy en día? ¿Celebra alguien la Navidad sensu stricto? ¿Qué queda de la Navidad cristiana en la España de hoy?
Yo diría que poco, casi me atrevería a decir que nada. Para empezar, la celebración del nacimiento de Jesús es algo que ha quedado relegado a las icónicas representaciones de los preceptivos portalitos de Belén de los mercadillos de Navidad. Su significación como un supuesto hecho religioso trascendente ha desaparecido. El personaje de Jesús se ha mezclado y ha caído por debajo de otros personajes, mucho más divertidos, como Papa Noel (Santa Claus), Rudolph el reno de la naríz roja, o los “caganers” del príncipe y de “la Leti”. La tradición religiosa se ha disgregado en sus componentes más folclóricos, ya sean autóctonos o importados, los villancicos, las decoraciones, las comidas y la juerga.
Supongo que esta “banalización” crea una honda preocupación entre los cristianos practicantes, pero yo creo que es una muestra más de la total desconexión con la religión que tiene una gran mayoría de la gente. Aunque la Iglesia se empeñe en indicar que una abrumadora mayoría de la población sigue siendo católica, la realidad es muy distinta. Puede que sobre el papel haya muchos millones de católicos, pero realmente son muy pocos, poquísimos.

Carlos Menéndez