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Bajo Arboles Mojados

El antropófago en la ciudad

El antropófago en la ciudad Ella se recuesta sobra un banco de la estación de autobuses. Ríe. Tiene los ojos pequeños, y apenas los abre, imagino que por el peso de los años y por el peso del cansancio.

Viste cualquier ropa desconjuntada que habrá conseguido en cualquier tienda de segunda mano. Bajo el banco, una bolsa grande de viaje y un carro de la compra.

Pero ríe. Habla con otro vagabundo que fuma sentado a su lado. Le da algo de dinero. Puede que sea su marido o un simple compañero de fatigas.

Y quiero insistir en que, a pesar de todo, ríe. Creo que se me agotan los argumentos para justificar mi melancolía después de verla...

1 comentario

Último Hombre Feliz -

Desde el banco de la estación veo a la gente pasar. Van a ver a sus familiares, a esa suegra antipática que nunca aceptó que su único hijo se casase con la trabajadora de un BurryKing. A lo peor, van a hacer un recado urgente para su jefe, magnate de la electrónica, que se ha olvidado de su tercer hijo, y de que su cumpleaños es mañana. Puede que viajen muy lejos, para visitar a ese amigo invisible que conocieron en la red y nunca han visto. Puede que huyan de una vida ajetreada, de un trabajo sin futuro en un local al borde de la quiebra.

Como me gusta no tener que pensar en esas cosas, como me gusta vivir mi propia vida, estar donde quiero estar y hablar con quien quiero hablar. Como me gusta vivir en la calle. Mi hogar no tiene 25 metros cuadrados, mi casa mide cuatro kilometros de largo, tiene amplios jardines, garage, zonas de ocio, la mejor decoración en navidad y buenas vistas tanto hacia la costa como hacia la montaña. No pago alquiler ni estoy hipotecada. Tengo muchos compañeros de piso, pero no tengo que ver día a día a los que no trago.

Y aun hay gente que me pregunta por qué río.