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Bajo Arboles Mojados

Teoría (del tres-cuartos y los recuerdos)

    Tengo una gabardina que no me suelo poner. Bueno, no es una gabardina, mi madre la llama tres-cuartos. De esas que te llegan hasta la altura de las rodillas, con capucha y todo.
    
    No me la suelo poner mucho, quizá un par de veces al año. Me miro en el espejo y me pierdo entre la gabardina. Bueno, entre el tres-cuartos. Y aunque sea calentita, el calor también se puede llegar a perder en su interior, y claro, acaba uno cogiendo fríos dentro, aunque sea una gabardina y aunque sea calentita.
    
    Una de las únicas cosas que me gusta son los bolsillos. Son dos cuadrados gigantes cosidos a ambos lados, justo a la altura en la que suelen ir los bolsillos en los tres-cuartos. Y al ser tan inmensos, ocurre lo mismo que cuando me veo en el espejo, que se pierden las cosas dentro. Así, cada vez que me la vuelvo a poner encuentro cosas nuevas (en realidad viejas), como sobres de medicinas de aquel resfriado que me pegó mi antepenúltimo amante, o cuentos y notas para alguna poesía que murió en mi mente o en una libreta. A veces chicles algo duros o caramelos que no pierden el sabor con los años.
    
    Creo que lo hago adrede. Eso de dejarme cosas dentro para reencontrarlas con el tiempo. Aún no me he planteado qué meter antes de volver a guardarla en el armario esta vez.

1 comentario

kaveri -

No hace falta que metas nada, seguro que aún así aparecen cosas. Es lo que tienen los tres cuartos mágicos.