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Bajo Arboles Mojados

Poseidón

Más o menos al mismo momento en el que Poseidón hacía crecer el mar, y la luna juguetona se escondía en su propia sombra, su respiración entrecortada chocaba contra mi cuello y su cuerpo desnudo se deshacía entre mis dedos que, como cada vez, volvían a saberse primerizos en el arte de acariciar.

Las olas marcaban el ritmo de una pasión lenta y sin prisas. Las veces anteriores hicimos el amor bajo el compás de un chaparrón. Esta vez el agua aún nos decía el dónde, el cómo y el cuándo.

Por la mañana, despertar viendo sus ojos sonrientes me bastó para saber que haría todo lo que tuviera en mis manos para volver a amanecer a su lado.

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